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Mostrando las entradas de junio, 2022

Una cuestión de honor

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  Una cuestión de honor Eduar Alberto Vargas González El vagabundo reloj patrio dictaba las doce del mediodía. Zapateiro, quien ya muchas veces había metido la pata, sabía que la hora era perfecta: su hora de la verdad había llegado. La hora de una huida varias veces anunciada. Parecía una premonición. Su suerte estaba echada. Esperó hasta el 28, día en el que la Comisión presentaría su informe final. Él, como su presidente, negaba profundamente el conflicto. De hecho, fervoroso por ver gente en filas y rabioso por masacrar al enemigo, Zapateiro solía gritar: ¡AJÚA! grito de guerra del tan polémico comandante. Nunca imaginó, sin embargo, que su hora de la verdad era a la vez la cantata premonitoria de su ignominioso olvido. Antes de presentar su renuncia, la cual solo se haría oficial el 20 de julio, Zapateiro, quizás, echó mano al baúl de sus recuerdos. Ese baúl pesado y manchado por la guerra. Esos recuerdos de falsos positivos, de bombardeos y de abusos. Le llegó a la ment

NO

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  NO Eduar Alberto Vargas González El 5 de octubre de 1988 el cielo de Santiago se puso color arcoíris. Augusto Pinochet sospechaba desde tiempo atrás que su dictadura militar caería. Lo supo, quizás, cuando la televisión pública chilena empezó a transmitir la esperanza de un futuro democrático. El NO pregonó la victoria de 4 millones de humanos enamorados del cambio, de un futuro sin dictadura y de una propuesta publicitaria colorida. 26 años después, un país vecino suyo dijo de nuevo NO. Eran otras circunstancias y era otra la naturaleza política de los sufragantes. Ese país, mi país, convencido por los temores de la guerra quiso echar al traste sus anhelos de paz. Esa Colombia de 2016, que representaron 4 millones y 600 mil votos por el NO, sigue hoy adolorida. Sigue pensando en los fantasmas del atraso. Esa Colombia del centro, capaz la más rural del país, es la Colombia que decidirá las próximas elecciones. Un fenómeno político como el uribismo, que hoy está cimentando l

Las paredes tienen oídos y la política tiene dientes

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  Las paredes tienen oídos y la política tiene dientes Eduar Alberto Vargas González Los chismes y charadas en el barrio fueron el común denominador de mi niñez. Las palabrotas, los chistes de mal gusto y los comentarios fuera de lugar. Esas eran las formas y esos fueron los modos. Viene a mi mente una expresión siempre usada por mi madre ante esas expresiones parvularias de inmadurez: “Silencio que las paredes tienen oídos”. Hoy puedo confirmar, y de hecho todos podemos, que efectivamente las paredes tienen oídos; o bueno, al menos no sabemos en qué momento nos pueden estar escuchando. La última semana electoral del país está marcada por un hecho (in)esperado que desnudó la forma de hacer política de una campaña a la presidencia: los Petro vídeos, tema de meriendas y charlas de pasillo, hoy invaden las redes sociales y los noticieros. La discusión por la ética en las campañas y la legitimidad de la “política del amor” parece quedar en entredicho, pero así son las cosas. Así se h

Rodolfo, salve usted el pato... digo, la patria

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  Rodolfo, salve usted el pato... digo, la patria “Doctor, es que yo a usted le debo mucho”, confesó el ingeniero. Álvaro, que había estado desde la primera vuelta en silencio, le dijo: “yo sé hijito, yo sé. Usted y yo somos parecidos”.  Entre francachela y comilona, los dos sujetos se miraron, sabían que casi la mitad del país los quería; o bueno, los prefería por encima de un “mal mayor”.  Ambos hombres compartían un sueño y una gruesa línea de teflón que impedía que la justicia los tocara. Eran dos patriarcas. Dos hombres convencidos. Dos testaferros berracos.  En las frescas tardes del Ubérrimo todo era paz: balazos de fondo, un buzón lleno de citaciones al juzgado y una finca llena de manillas de Tomás y Jerónimo. Álvaro, ya alejado de la política, se divertía con sus nietos alternando sus tardes de Twitter y de reclamos a la prensa. Él sabía que el país le debía mucho y también sabía que el ingeniero iba aser su nuevo representante, su nuevo barón, su nuevo Duque. El ingeniero, q

El debate que nunca pasó

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El debate que nunca pasó "Q ue se callen hijueputas, que voy a ser presidente”, fueron las palabras del ingeniero cuando le preguntaron el porqué de su ausencia en debates. Gustavo, ya afligido, mencionaba a la cámara de CM&: “Es que mi programa piensa en la niñez, en el adulto mayor y en el medio ambiente”. No era suficiente, pensó. Nunca fue suficiente un programa de gobierno con propuestas consolidadas ante el peso de un pasado racista, anti indígena, xenófobo y clasista. Rodolfo era eso. Era muchas otras cosas como Vitalogic, como el golpe a Jhon J. Claro, como las promesas incumplidas y como las viviendas que nunca entregó. El ex alcalde, el outsider , esa figura casi mítica de la grosería y la patanería. Ese iba a ser el futuro presidente. Gustavo nunca se rindió. Sabía que tenía un deber con su país. Ese país que creyó en la paz con el eme, ese país que asistió a sus debates sobre paramilitarismo, ese país que soñaron Pizarro, Wolf y él. Ese país que capaz nunca ha