El discurso como arma: la construcción negativa del manifestante desde los medios de comunicación privados, en el marco del paro del 2021 en Colombia
El discurso como arma: la construcción negativa del manifestante desde los medios de comunicación privados, en el marco del paro del 2021 en Colombia
Por:
Eduar Alberto Vargas González
La libertad de prensa es un
principio de comunicación autónoma y una facultad de las democracias
contemporáneas, pero sería injusto no relativizarla y, además, no ponerla en
duda. Junto a ella aparece un panorama sombrío para la protesta social, que no solo
es agredida en las calles, sino que, sobre todo, recibe un alto grado de
estigmatización desde las redes sociales. Para Castells, este fenómeno se
explica bajo la premisa de que “el poder está basado en el control de la
comunicación”[1], y
en nuestro país parece que el poder lo ostentan los propietarios de los medios
de comunicación y sus allegados, quienes no solo informan selectivamente, sino
que desinforman y confunden en la mayoría de los casos. Por lo anterior, no es
extraño que las portadas de medios como Semana se inunden con titulares
ofensivos contra el manifestante ni que Caracol Radio construya a un
manifestante criminal, que se alimenta del odio y la anarquía. Estamos en la
época del fast chek, de la posverdad
y de la demonización (mitificación)[2] del
sujeto manifestante.
Es pues relevante comprender el cómo
y el porqué de esta querella informativa. Historiadores y humanistas hemos
debatido hasta el cansancio por los “vándalos” y su presunto repertorio
político contemporáneo, pero ¿podemos explicar la construcción negativa del
sujeto manifestante desde lo publicado por los medios privados en Colombia? E
incluso, ¿podríamos abordar el cómo justifican estos medios la construcción
peyorativa de aquellos que pretenden buscar el cambio social? A continuación,
se exponen algunos de los porqués de esta predisposición mediática, exponiendo
ejemplos de la construcción negativa del sujeto manifestante, junto a las
teorías de autoridades académicas como Pablo Scatizza, Manuel Castells y Vilfredo
Pareto. Se culmina el texto reflexionando sobre el riesgo que se corre con este
tipo de discursos para la construcción de una democracia saludable; esto último
se desarrolla a partir del análisis de testimonios de periodistas y medios
alternativos como Cero Setenta (070), Presunto Podcast, Cambio, entre otros.
En principio, y tras un breve examen
de los vínculos de las familias que componen nuestra cultura política, podemos
llegar a un hallazgo evidente: los dueños de los grandes emporios económicos y
los miembros de las más altas esferas políticas tienen el control de los medios
de comunicación. Los Santos, Galvis y, contemporáneamente, Gilinski, no solo
tienen un papel importante en las condiciones socio-informativas y pedagógicas
de la ciudadanía, sino que son aquellos quienes han gobernado la Nación y que,
en muchos casos, poseen empresas, dirigen consolidados sectores productivos y
contratan a cientos de colombianos. Dada esta premisa, ¿no sería contradictorio
que sus medios, y los de sus allegados, registraran una visión imparcial de la
realidad social? ¿Acaso no nos enfrentamos a una cultura política que niega su
posición social, al punto de considerarse víctima, y que exagera lo que
hace su opositor político, a partir de su privilegiada posición económica?
Para
un columnista como Atila Lentti esto es corroborable, y así nos lo dejaba saber
en una de sus columnas: “(..) La comunicación caracterizada por algunos como el
‘cuarto poder’, está fuertemente controlada por los dueños del poder económico.
Hoy es uno de los obstáculos para que en Colombia se desarrolle una democracia
real (..)”[3]. Por
ejemplo, portales informativos como Semana, El Tiempo, Caracol Radio e Infobae
desarrollaron un seguimiento informativo sobre el paro de 2021, pero ¿de qué
forma? Podríamos aseverar que con una posición bastante crítica y mordaz. No
obstante, y aquí radica lo irónico, se publican titulares bastante dubitativos
en torno a la responsabilidad de políticos – y allegados- en crímenes como la
corrupción, el lavado de activos y la acción delictiva en general[4]. Los
medios prefieren callar ante la culpabilidad de sus amigos. No obstante, al
tratarse del ciudadano de clase media-baja que sale a marchar y que toma bus a
diario o que sufre por llegar sin dinero a fin de mes, su posición es radical e
inmisericorde. Esto se ve en titulares como “Según la policía, Venezuela
estaría financiando a vándalos en medio de las protestas”[5] del medio
digital Infobae, o “Vándalos prepago: las evidencias del dinero sucio detrás de
la violencia”[6] de
Revista Semana. Un lenguaje demonizante que corrobora los estigmas clasistas y
xenofóbicos de nuestra sociedad, acompañado además de una sarta de pruebas
vacuas (e.g Juan Hurtado Cano, embajador en Guatemala, declaraba infiltración
de las FARC en el movimiento JM19)[7]
y un sinfín de estereotipos peyorativos (e.g. el lenguaje utilizado ante la
llegada de la Minga Indígena a ciudad Jardín)[8].
Parece que el sujeto solo es vándalo cuando pertenece a la clase que sale a
protestar.
En
segundo lugar, nos encontramos con una dolencia informativa a lo CNN y a lo Fox
News[9]:
los medios apelan a la omisión, a la selectividad y a las generalizaciones
arbitrarias. No se trata de querer ver solo por un ojo sino de querer nublar la
vista de toda la sociedad. Scatizza nos muestra en su paper como la provincia de Neuquén sirve de arquetipo histórico
para verificar la anticuada conducta satanizante de los medios hacia la
protesta. La Argentina del siglo XX y de principios del siglo XXI, la Venezuela
post Chávez y la Colombia del siglo XXI tienen algo en común: al manifestante,
independiente de su ideología, se le describe vilmente. Las agendas
informativas no son ingenuas y tienden a la selectividad, como manifestó Ana
María Restrepo, Investigadora CINEP: “(...) si el cubrimiento se reduce a
registrar el disturbio o las afectaciones, por ejemplo, en el caso del bloqueo
de vías, no solo se deslegitima, sino que se desinforma (...)”[10]. Y
aunque podemos reconocer escenarios donde la protesta efectivamente presentó
acciones delictivas y/o destructivas, no parece suficiente el hecho de mostrar
estos eventos exageradamente como si fuesen el fin último de la protesta. No
significa apologizar o negar el repertorio violento de algunos/as
manifestantes, sino en saber que la generalización solo deslegitima,
revictimiza e infravalora las acciones políticas de muchos. No hay democracia
cuando al opositor se le reduce a escoria, como piensan algunos gobernantes y
ministros. Ni todos los medios son sesgados ni todos los manifestantes son
violentos, sea el momento de aclarar.
Al
socavar sobre la tendencia que perpetúa el imperativo peyorativo sobre los
manifestantes hay algo claro: la forma de informar y de dirigirnos al opositor
político es síntoma de la ‘salud’ democrática de un país. El miedo a la
democracia[11], al
cual hacía referencia Chomsky, no solo es evidente en el periodismo político
estadounidense sino en todo el espectro informativo global. Los medios ya no
reproducen los alegatos del pueblo, sino que, por el contrario, lavan constantemente
la cara de dirigentes y ‘aliados’ económicos. Y claro, no se niega que varios
manifestantes hayan tenido intenciones delictivas y destructivas sobre el bien
privado; pero el hecho de darles mayor relevancia a estas acciones por sobre los
cientos de manifestaciones pacíficas y solidarias que inundaron el paro del
2021 es, sin lugar a duda, un acto de injusticia informativa. No obstante, y
para que esto no se convierta en un listado bruto sobre lo negativo del
periodismo nacional, el sujeto político colombiano ha visto en medios
alternativos y en opciones audiovisuales y sonoras otra forma de informarse.
Valga la pena hablar de Mutante, Vorágine, 070, El Espectador -en parte-,
Patata Caricaturas, Presunto Podcast, Cuestión Pública, La Oreja Roja,
Sapienscol, Rutas del Conflicto, y decenas de medios independientes que han
surgido bajo este escenario de opresión informativa.
Grosso modo,
y como bien estipulan Trejos, Martínez, Páramo y Rivas en Presunto Podcast, las
narrativas negativas sobre manifestantes se concentran en los medios de
comunicación tradicionales y, en su mayoría, privados. No es un secreto que el
periodismo ha servido de campo de batalla entre la línea oficialista, el
periodismo sectario y los medios alternativos. La atomización de la opinión
pública es sin duda uno de los problemas de nuestro siglo. Sin embargo, y para
culminar esta reflexión, es una lucha que desde la ciudadanía debemos encarar,
todo sea por la libertad de prensa y expresión, por un horizonte informativo
donde se escuche al opositor y por una democracia que se construya
permanentemente en el diálogo y la empatía. Y no, no es cuestión de anhelar una
prensa que vaya acorde con nuestros principios ideológicos sino una en la cual
haya heterogeneidad de voces, pluralidad de posiciones y un sinfín de diálogos
solidarios.
Es
cierto que medios como Semana, Caracol Radio, El Tiempo e Infobae han influido
sobre la opinión pública al denominar al manifestante como vándalo, bandido,
criminal y delincuente. Pero es una decisión personal y una posición política
el saber cómo informarnos, intentando contrastar las voces de medios de todo el
espectro ideológico y promoviendo la libre prensa y expresión sobre todas las
cosas. De lo contrario, ¿a qué futuro nos enfrentaremos? ¿Estaremos acaso condenados
a los ‘tabloides’ informativos y al periodismo ‘amarillista’? El curar esta
enfermedad llamada miedo a la democracia depende de nosotros, siendo
críticos sobre la prensa que consumimos y, además, eliminando esas narrativas
peyorativas que ahogaron el paro del 2021. Si queremos mejorar nuestro
periodismo y construir democracia ahí debe iniciar nuestra labor…
[1]
Manuel Castells. Comunicación y poder.
Siglo XXI Editores México, 2013.
[2] Pablo Scatizza. La mitificación del sujeto manifestante:
Representaciones de los conflictos sociales en la prensa escrita de Río Negro y
Neuquén. 2017.
[3] Attila Lenti. Guía de técnicas de manipulación
en los medios, en PARES (Fundación Paz y reconciliación. 22 de marzo del 2021. Guía de técnicas de manipulación en los medios
(pares.com.co) (08/02/2022)
[4] Véase, por ejemplo, en el controvertido titular de El Tiempo sobre
la omisión mediática del caso Char: Por Álex Char, Equipo por Colombia pacta no hablar con la
prensa - Partidos Políticos - Política - ELTIEMPO.COM Como crítica a esta situación, véase la columna
de Johana Fuentes: No se habla (mal) de Char | Cambio Colombia
[5] Infobae. “Según la Policía, Venezuela estaría financiando a
vándalos en medio de las protestas en Colombia”. (27/05/2021) Según la Policía, Venezuela estaría financiando a vándalos
en medio de las protestas en Colombia - Infobae (21/02/2022).
[6] Revista Semana “Vandalismo prepago: las evidencias del dinero
sucio detrás de la violencia”. (08/05/2021) Recuperado de Vandalismo prepago: las evidencias del dinero sucio detrás
de la violencia (semana.com) (21/02/2022)
[7]
Cuando se indaga de cerca el
materia probatorio brindado por este embajador, su aseveración carece de
fundamento, en cuanto su única fuente es la comunicación oficial dada por la
Casa de Nariño. Para ver el informe completo, véase: “Los vándalos han infiltrado las
protestas pacíficas en Colombia” – Prensa Libre
[8]
“En un reportaje televisivo
de Noticias Caracol, un reportero habló de "ciudadanos e indígenas",
negando de hecho que los indígenas también puedan ser ciudadanos (..)” en Colombia: por qué la Minga divide a
la opinión pública | Colombia en DW | DW | 17.05.2021
[9] Se hace referencia a ambos medios estadounidenses por ser ejemplo
de campañas mediáticas ‘negras’ contra miembros de la oposición. Véase Scandals, firings
and ‘tabloid-like’ news – what is happening at CNN? | CNN | The Guardian
[10] Estas acciones se han concentrado, sobre todo, en la destrucción
de infraestructura vial, damnificación sobre el bien publico e incitación a la
violencia. Véase, por ejemplo: https://elnuevosiglo.com.co/articulos/06-14-2021-2166-bienes-publicos-afectados-en-marco-del-paro-nacional Y sobre la estigmatización a medios, véase: https://www.pulzo.com/nacion/vicky-davila-rechaza-vandalismo-contra-semana-canal-rcn-durante-paro-nacional-PP1047514
[11] Noam
Chomsky. El miedo a la democracia.
No. 327.73 C548m. Crítica, 2002.
La prensa aliada al establecimiento siempre será falaz mientras se lucre del mismo.
ResponderBorrarNo hay democracia cuando al opositor se le reduce a escoria, la gran brecha de la desigualdad.
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