LOS IDIOTAS
LOS
IDIOTAS
Y volverán los idiotas
a salir victoriosos. Pondrán su música en los carnavales, saldrán con sus
banderas multicolor y colmarán las calles de alegría. Esa alegría chiquitita
que es producto de los triunfos electorales, la histeria colectiva, los
conciertos, las marchas y el cumplimiento de las reglas. Se pintarán las caras
mientras se emborrachan del momento.
Volverán a ponerse sus
vestidos patrióticos y tocarán de nuevo sus trompetas. Romperán las basílicas y
quemarán las bibliotecas. Volverán a cortar la cabeza a los reyes y tendrán la
razón inocua para votar nuevamente por los mismos y viejos candidatos. Hurgarán
en sus heridas colectivamente y se pondrán juiciosamente la venda con la que
luego irán en fila camino a su casa.
Romperán de nuevo sus
techos y pintarán con sangre las paredes. Enseñarán el "buen uso" del
lenguaje a sus hijas e hijos sobre lo que debe ser un hombre en sociedad. Y
corromperán otra vez los monasterios, quemarán las escuelas y se chocarán nuevamente
en las autopistas.
Y quedaremos tú y yo,
los incrédulos pero no idiotas, con nuestra moral por los suelos. Quedaremos
mirando por la ventana mientras los idiotas queman el lenguaje. Nos pondremos a
llorar y a quejarnos mientras la historia sigue su curso.
Seremos más idiotas que
los idiotas, por no comprender las lógicas de la existencia y las normas de la
sociedad. Seremos anormales por tener una familia rota y no religiosa; seremos
señalados por desacostumbrar las costumbres y por trazar la raya antes de la
disputa. Seremos idiotas, así sin más. Y seremos tildados de locos, abyectos,
brujas y raros.
Y lo mejor, la cereza
del pastel social, será cuando votemos fielmente por los idiotas del mañana, y
salgamos victoriosos y emborrachados del momento. Pintaremos nuestras caras y
bailaremos nuestra música en los carnavales. Tendremos esa alegría chiquitita
mientras rompemos las ventanas de la casa y quemamos los libros en la plaza
pública.
Y seremos normales, de
una vez por todas, mientras nuestras hijas nos leen y nuestros hijos salen a
pelearse en las veredas. Ya no seremos locos, ni raros, ni abyectos; seremos,
finalmente, idiotas felices.
Eduar
Vargas González
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