una crítica necesaria
Una crítica
necesaria
¡Oh! inmortal Poseidón el del furioso tridente
A ti me encomiendo en esta difícil empresa
Propicia que este velero llegue a buen puerto
Permíteme llevar a cabo los designios de Afrodita
Nacida de las olas
¡Oh! Calíope, augusta entre las musas
Haz florecer el jardín, trae la rima...
Era imperativa la escritura de una puya real,
Doctorísimos y Doctorísimas, una que les recuerde que no están por encima de la
crítica constructiva. La academia somos todos y en ella también puede haber oposición
¿Acaso los ilustres maestros de antaño no se ‘enfrentaban’ genuina y
regularmente a sus discípulos? ¿No eran aquellos días de charlas filosóficas
escenarios donde se daba a luz la verdad a martillazos? ¿Qué ha sucedido con la
filosofía de la historia y la metodología de la investigación?
¿Por
qué, mis estimados doctores y doctoras, se irritan ante un modesto manojo de
palabras que un humilde artesano de la sátira les dedica? Es necesario irrumpir
en las aulas y dar martillazos a las mesas, dejando que la honestidad brote de
los asientos. Basta ya de la adulación nefasta de sus esbirros. Basta de los
aplausos sordos que solo inflan su ego. ¿Acaso creen que ser intempestivos
significa eso? ¿Eso buscaban Bloch, Febvre y Braudel? ¿Eso anhelaba Martínez
Garnica? ¿Qué pasó con la Nueva Historia? ¿Y la Nueva-Nueva Historia?
¿Qué
pasó con las ilusiones de Jaramillo Uribe? ¿Y los sociólogos y antropólogos?
¿Dónde quedó la efervescencia que sus docentes intentaron transmitirles? ¿Y lo
social? ¿El giro al lenguaje? ¿Y acaso la historia cultural lo es todo y nada?
¿Y el método?
¿Todo
se ha reducido a esto? No se quejen ni añoren futuros mejores, si ustedes
mismos pervierten el conocimiento. Han convertido la academia en un negocio de
favores. Se han aprovechado de sus mejores estudiantes solo para luego dejarlos
a su suerte. Sí, ustedes han explotado el hambre de reconocimiento en un
sistema con gula.
Lo
reitero. Facinerosos, mitómanos y carentes de escrúpulos.
Sepan,
pues, que ahora no señalo a uno o una sola, sino a todos ustedes. Desde el que
cuida las reliquias de lo ancestral hasta quien usufructúa lo paleografiado por
sus pupilos. Desde quien humilla en el aula y ya no está, hasta quien utiliza
su nombre como moneda de cambio para seguir publicando.
Despabilen,
doctorísimos. Unten de nuevo sus manos de humildad y dejen de golpear la mesa
de la Academia como si el pasado solo pudiera ser escrito por ustedes. Esto es
solo el comienzo, pues la historia debe ser por y para el presente.
Eduar Alberto Vargas González
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