LA PAUSA

 

LA PAUSA

La importancia de la lentitud y la reflexión mediada resulta infravalorada. El tejemaneje de lo cotidiano distrae de la riqueza del detalle, y la irascibilidad por acaparar el tiempo nos vuelve esclavos del momento. “Lo que nos colma nos vuelve más leves”, dijo en su momento Rafael Lechowsky. Nos volvemos ciegos, cínicos e insensibles ante lo valioso de la existencia. El punto, el color, la coma, la luz y la minucia; todo esto se enfrenta a la turbulencia, el ruido vacío, la queja vacua, la bocina de los autos y el grito desaforado en medio de la nada.

Ahí entra, negada por muchos, la necesaria pausa. Ese momento sagrado de tránsito y reflexión concertada. La pausa está presente en todo: desde la misma naturaleza, que conoce de sus ritmos; el agua que cae con la velocidad perfecta desde las quebradas, y las fuerzas físicas que mueven inevitablemente a todo el universo. La pausa es elemental en la existencia y, a veces, olvidada por una sociedad afanada; controlada por el minutero y reglamentada por el segundero.

“Cada segundo es oro”, dicen algunos y algunas. ¿Y qué? ¿No es acaso la pausa esa riqueza que nutre la vida? ¿No es la pausa del semáforo la que nos hace sobrevivir? ¿No es la pausa, antes de una decisión definitiva, la que traza la recta hacia nuestro futuro? ¿No era la pausa de Zizou o de Juan Román la que marcaba la diferencia?

Vivir en pausa, no obstante, no es vivir en la estática ni en la nada. Significa conocer el motivo y darle sentido. Hacer la pausa es también moverse, o, dicho de otra forma, es saber a dónde moverse.

Eduar Vargas González

Comentarios

Entradas más populares de este blog

LA CASA DE LOS CAMPOS (o la vida tormentosa de Pino Vallejo e Hilda Campos)

¿Se sacrifica la calidad por la cantidad?

El escondite de los niños sombra