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Mostrando las entradas de agosto, 2024

El canto de amor al mañana

  EL CANTO DE AMOR AL MAÑANA “Mañana es mejor”, repite el Flaco Spinetta en una de sus canciones más conocidas. Y sí, ¿qué podría ser mejor que el ahora o el antes? ¿Qué otra excusa tendríamos para enfrentarnos al presente, para desafiar la realidad o para seguir lanzando piedras a los mismos lugares de siempre? ¿Qué opción nos queda ante la fragilidad de nuestra existencia? ¿El aburrimiento? Demasiado trivial. ¿El suicidio? Demasiado extremo. ¿Las ideologías? Demasiado rígidas. ¿Los vicios? Demasiado laxos. ¿Qué otra razón podemos encontrar para seguir siendo, para continuar donde estamos, si no es el mañana? ¿Para qué volver a ver al pájaro morir en su jaula, nena? Todo eso es inútil, como no dormir. Y así, como el estribillo de la Cantata de amarillos dice: “Aunque me fuercen, yo nunca voy a decir que todo tiempo pasado fue mejor. Mañana es mejor.” EV

El amor de las montañas

  EL AMOR DE LAS MONTAÑAS Qué ventaja tienen los amantes valientes, aquellos que aman sin temor, sin peligro y sin un boleto de regreso. Vuelan con el amor de los pájaros que retornan a su nido, o sienten como las hojas que caen de los árboles y acarician suavemente el pavimento. Qué ventaja tienen los amantes que aman como las nubes al firmamento, y que son sensibles como las piedras moldeadas por el agua de los ríos. Qué valientes son los amantes que practican el amor de las montañas, un amor que se mantiene firme, invaluable e inamovible. El sol, la lluvia y la brisa pasan por ellos, pero nada los perturba. Es el amor de las montañas reverdecidas, tan antiguas como el universo, como el amor que practican los amantes valerosos. EV

LA SALUD MENTAL DE LOS INSECTOS

  LA SALUD MENTAL DE LOS INSECTOS Qué egoísta es el humano que pone sus bienes y su lucro por encima del resto del ecosistema. El aire que pasa por nuestra cara y las hojas que caen de los árboles reverdecidos, todo eso en vano. Caminamos, pasamos con nuestro auto y aplastamos la tierra, talamos y recortamos. Ponemos cemento sobre los campos y ahuyentamos a las abejas. Cortamos las flores y escupimos en los ríos. ¿Y quién piensa en la salud mental de los insectos? Diminutos y casi invisibilizados por una sociedad que odia lo natural. Pisoteados, literalmente, y aplastados en las paredes, pisos y aires. ¿Quién piensa en la depresión de las hormigas? ¿O quién defiende con celeridad y pasión la felicidad de las mariposas? Hace falta, para ser breves, un cuento donde se piense en el hábitat como un todo. Y sí, en él también cabe meditar sobre la salud mental de los insectos. Eduar Vargas González

LOS IDIOTAS

  LOS IDIOTAS Y volverán los idiotas a salir victoriosos. Pondrán su música en los carnavales, saldrán con sus banderas multicolor y colmarán las calles de alegría. Esa alegría chiquitita que es producto de los triunfos electorales, la histeria colectiva, los conciertos, las marchas y el cumplimiento de las reglas. Se pintarán las caras mientras se emborrachan del momento. Volverán a ponerse sus vestidos patrióticos y tocarán de nuevo sus trompetas. Romperán las basílicas y quemarán las bibliotecas. Volverán a cortar la cabeza a los reyes y tendrán la razón inocua para votar nuevamente por los mismos y viejos candidatos. Hurgarán en sus heridas colectivamente y se pondrán juiciosamente la venda con la que luego irán en fila camino a su casa. Romperán de nuevo sus techos y pintarán con sangre las paredes. Enseñarán el "buen uso" del lenguaje a sus hijas e hijos sobre lo que debe ser un hombre en sociedad. Y corromperán otra vez los monasterios, quemarán las escuelas y se

LA PAUSA

  LA PAUSA La importancia de la lentitud y la reflexión mediada resulta infravalorada. El tejemaneje de lo cotidiano distrae de la riqueza del detalle, y la irascibilidad por acaparar el tiempo nos vuelve esclavos del momento. “Lo que nos colma nos vuelve más leves”, dijo en su momento Rafael Lechowsky. Nos volvemos ciegos, cínicos e insensibles ante lo valioso de la existencia. El punto, el color, la coma, la luz y la minucia; todo esto se enfrenta a la turbulencia, el ruido vacío, la queja vacua, la bocina de los autos y el grito desaforado en medio de la nada. Ahí entra, negada por muchos, la necesaria pausa. Ese momento sagrado de tránsito y reflexión concertada. La pausa está presente en todo: desde la misma naturaleza, que conoce de sus ritmos; el agua que cae con la velocidad perfecta desde las quebradas, y las fuerzas físicas que mueven inevitablemente a todo el universo. La pausa es elemental en la existencia y, a veces, olvidada por una sociedad afanada; controlada por el