Basta de genios incomprendidos
Basta de genios incomprendidos
Afán,
fanatismo, apatía, falta de modestia y terquedad. La academia está colmada de
seres majestuosos que siempre tienen la razón y jamás se equivocan. ¿Eso
significa ser un académico? ¿Perder la empatía por ganar un nuevo estatus? ¿O
es perder lo que somos por unas cuantas monedas?
Llevo años estudiando en la universidad y he
notado cómo en cada cohorte surgen los mismos tipos de estudiantes arrogantes:
altaneros, que nunca están equivocados y cuya pedantería los lleva a levitar en
los escenarios académicos y extraacadémicos. Se salen antes de tiempo, se las
saben todas… más que una universidad, parece una guardería de niños grandes.
Esto, sin mencionar a aquellos y aquellas que se burlan a diestra y siniestra
de sus compañeros, tildándolos de envidiosos, brutos o celosos. ¿No saben,
acaso, que la educación debe ser transformadora y no otro estímulo que provoque
la diferenciación social?
Estos niños en cuerpo de pseudo adultos
reiteran repetidamente que los demás están equivocados, que ellos tienen la
última palabra y que el otro/a siempre es un enemigo. Además, estos chiquillos
desesperados por atención se gradúan y siguen siendo los mismos intolerantes,
irrespetuosos y charlatanes de siempre. ¿La educación es transformadora, o es
otra excusa para mirar al otro por encima del hombro? Respóndanse ustedes
mismos.
A esto sumémosle una clase de docentes
celosos, egocéntricos y que solo se miran el ombligo. Sí, señores y señoras,
ustedes como docentes también deben dar ejemplo. Dejen de promover en sus
estudiantes la envidia, la competitividad innecesaria, los celos y la apatía.
Dejen de separar y promuevan la conformación de lazos. Dejen la envidia con sus
fuentes y dejen de creer que la educación es unidireccional. Nunca olviden que
el estudiante los ve como un ejemplo a seguir; no lo dejen solo ni traicionen
su confianza.
Esta estructura podrida es producto de una
institucionalidad, en su mayoría, incoherente, en la que la mayor parte de los
recursos se destinan a los caprichos de los altos funcionarios y a construir
edificios con materiales de dudosa procedencia. Nos dan cinco pesos, y ¿con eso
esperan que investiguemos?
En suma, la academia, por donde quiera que se
le mire, está pervertida. Y no, no solo tiene que ver con el Director de turno
o cualquier otro/a funcionario que pueda ser señalado. La academia va a la
deriva porque usted, estudiante, docente o funcionario, incita a que lo esté.
Su ineficiencia, su necedad y sobre todo su envidia tienen el futuro de la
institución y de la sociedad en veremos.
Seamos más solidarios y empáticos con el otro.
Dejemos tanta envidia y tanta fiebre por sacar buenas notas. Vamos a aprender,
no a ser enemigos. Asimismo, señores/as docentes, dejemos de creernos que solo
hay vida por y para la academia. No, no solo es publicar y publicar, como lo
mencioné en otro momento; se trata de generar conocimiento valioso,
aprendizajes para la vida… formar seres humanos integrales.
Dejemos pues de ser los niños de aquella
guardería de celosos y empecemos a ser los académicos con compromiso social que
la sociedad necesita… o si no, ¿para qué tanto estudio? Basta de genios
incomprendidos. Somos por y para la sociedad, no para que nuestro grupito de
amiguetes nos inunde en aplausos.
Vivan por la verdad y mueran por la
transformación social.
Eduar Alberto Vargas González
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