¿Ya somos el interlocutor que el otro/a/x necesita en el aula?

 ¿Ya somos el interlocutor que el otro/a/x necesita en el aula?

Eduar Alberto Vargas González

Aprender. Aprender haciendo y escuchando al otro. Aprender, sobre todo, oyendo lo que mi par expresa, anhela, exige, medita, contempla, interpela y adjudica. Aprender sobre lo aprendido: debatiendo, refutando, dirimiendo y, simplemente, escuchando y comprendiendo.


¿Por qué resulta tan complicado aprehender lo oído? Aprender significa escucharnos sobre lo escuchado, es poner al otro en una condición a la par. Ni más ni menos, horizontal y en igualdad de condiciones. El crear conocimiento es una actividad no solo erudita; sino cotidiana, empantanada en las facultades de ciencias y meditada en los buses, en los pasillos y en los sitios (que muchas veces no lo son) de las ciudades.


Construir, crear y aprender. ¿Llegaremos a ser en algún momento el interlocutor que el otro/a/x  merece en el aula? Si, pero con costos.


Hoy no lo somos porque aprender significa ceder. Ceder la verticalidad, al dominio del conocimiento y del lenguaje. Aprender significa también ponernos en una posición de vulnerabilidad, de horizontalidad y de fraternidad. Ser un buen interlocutor es sorprenderse por lo que, sea colega o desconocido, tiene por ofrecerme. Significa creer en el acto de crear del otro; sentir las preguntas de mi interlocutor en el aula, en la plaza o en el pasillo.


Aprender significa volver a creer en la maravillosa creación de las mentes despiertas; por eso aprender no puede ser más un acto de crueldad, de hostilidad, ni de mercantilización de las ideas.


Seremos el interlocutor que el otro/a/x necesita en el aula, cuando aprendamos que el aprendizaje no se trata de publicar más, ni vender, ni callar o humillar más. Enseñar; y ante todo aprender, necesita de humildad y de pedagogía, pero, sobre todo, de humanidad.


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