Marcha funebre


Marcha fúnebre 

Por Eduar Vargas González

Diseño original: Daniela Jaimes Reyes.

Los últimos días de mi gobierno supe que algo no andaba bien. Algo se retorcía entre mi chaqueta y mi cuerpo, una sensación de fracaso, vacío de poder y falta de esperanza. Me vacié. Extraño los días cuando María Juliana y yo soñábamos con la presidencia. Ella siempre tan cautelosa y analítica, permanece ahora en silencio. Un silencio de desconsuelo, o quizás de alivio. Los niños, la universidad y las lecturas. Todo lo extraño.

Cuando miré a mi alrededor lo comprendí: ni una cara conocida, ni un solo aliado. El sol de la tarde azotaba impiadosamente mi frente. Sudorosa; como solía estarlo en los momentos cumbres. Siento el temor al cambio de gobierno. Esa sensación de pesadez en la ropa, de pérdida del apetito. Me lo dijeron y no supe oír. No fui el defensor de esta patria mía. “Pasaras a la historia como un presidente fracasado sino escuchas, Iván”, me dijo un día María Juliana. Useless, como siempre me lo he repetido en la cabeza.

“Presidente es hora de salir” - Exclamo la jefe de gabinete.

Llamé a mi mamá esta mañana. Recibí algunas cartas de colegas y uno que otro mensaje de mis compañeros de partido. “¡Dejaste el país mejor que nunca, Iván!” “¡La economía naranja triunfó, presidente!”, me decían los más aduladores. Me desalenté. Me desconsoló el hecho de que quién me abrazó hace cuatro años hoy me repudia. “Perder es ganar un poco”, diría mi maestro, ‘Pacho’ Maturana.

“¡MENTIROSO! ¡MENTIROSO!” – Se escuchaba en las intermediaciones de la plaza.

¿Cómo le digo al presidente Uribe que le hice el camino a un guerrillero? ¿Qué pensarán los niños de mí? ¡Debo ser la burla de mi universidad entera! Ah, que buenos recuerdos de esos días... Cuando conocí a María Juliana, cuando empecé a imaginarme un futuro naranja. ¿Qué pensaran de mi en unos años? ¿Qué será de mis hijos?

“Ya voy Jimena, ya voy saliendo de la Casa”- dijo en voz baja Duque.

Miro de nuevos los rostros de los ex presidentes en la pared y no deja de inquietarme mi salida. Me voy sin apenas llegar. Recuerdo mis primeros meses en esta casa. Los días sin dormir por los paros. Dios mío, ¡¿por qué Petro?! Ahora estaré condenado a ser el que dejo subir a ese indio. ¡¿Por qué a mí, virgencita de Chiquinquirá?!

“Presidente, de verdad. Es hora de salir de la Casa de Nariño”. -Comento Jimena con desasosiego.

“Vamos Iván, admitámoslo... es hora de irse”, murmuró con tristeza. Conforme fui bajando las escaleras, recordé todos mis errores. Cada uno de ellos. Cada uno de los muertos, de los comentarios que no debí decir... ¡Ah, cómo me regañó María Juliana cuando dije “¿De qué me hablas viejo?”, o cuando me equivoqué en las entrevistas... Why always me God? Why? Quizás no debí aceptar esa entrevista en inglés, ¡Así no la querí! ¡¿Por qué no fui al eventucho ese de la Comisión de la Verdad?! ¡Bah! ¡Malditos mamertos! Ojalá el fracaso fuera solamente mío… Menos mal voy a dejar a Petro sin un solo peso. Y luego sale el otro troglodita y me dice dizque: “¡Presidente, ¿usted raspó la olla?!” !Por Dios hermano, no hagan preguntas tan estúpidas! ¿Cuál olla? Esto lo que parece es un colador… y se atreven a decir que yo fui el culpable de este fracaso.

“¡Váyase rápido! ¡Asesino! ¡Inepto!” – Gritaba la multitud atrincherada.

Cada paso más difícil que el anterior. ¡¿Por qué tenían que poner esta alfombra tan larga y tan roja?! No, no, no. Esto no parece mi despedida, así no me la imaginé. ¡Así no la querí!

“María Juliana, apúrate. Esta casa ya empezó a oler a muerto”, gritó Duque.

Paso a paso, difícil como mi gobierno. ¡¿Pero no recuerdan acaso que tuve que sobrellevar la pandemia?! ¡Ah no, eso si no! Pero el otro sale a prometer cosas que no puede cumplir y le celebran todo. ¡Indios es lo que son! Mejor me voy, no sea que me achaquen algún error de Pastrana o de Uribe.

El tiempo fue pasando y la alfombra se hacía más corta. Con toda la gente alrededor y con los ojos de medio mundo encima, el gobierno de Duque terminaba. Santos desde la multitud, y con una cerveza artesanal de las extintas FARC en la mano, celebraba el momento. Gustavo Petro no ocultaba su felicidad. Él si estaba rodeado de mucha gente, tecnócratas en su círculo más cercano y nadies en los alrededores.

¡Ojalá nadie recuerde que mandamos esa tributaria en medio de la pandemia! ¡No! ¡Es que ese Carrasquilla manda huevo! ¡¿Por qué no hice nada para invertir en la paz?! ¡¿Por qué le di la espalda a lo más básico de mi libro?! La decencia, sí. Eso me faltó. O bueno, no decencia. Quizás coraje y no dejarme manipular tanto de Álvaro, Paloma y Lafaurie.

Iván seguía caminando bajo la lluvia entre los miles de asistentes.

“Mmm, que melancolía, viejo”, sollozó Duque en voz baja.

Todo esto es mi culpa… O mejor, culpa de esos lideres que no se supieron defender. Culpa de esos pelaos que salían a la calle a marchar... ¡¿Para qué salían hermano?! No, no es mi culpa. Ese incendiario de Petro es el de la culpa. Ese man desde el primer día, dizque “Vamos a hacerle oposición” ¡Mentira! Ese man no me dejo fue gobernar. Mírenme ahora, más canoso, con baja autoestima… ¡Hasta se me está olvidando el inglés! ¡My God, ¿por qué le pones a tus mejores guerreros las pruebas más difíciles?!

La alfombra se terminaba y por la cabeza de Duque solo pasó algo:

“Ni pensionarme pude”, maldita sea, esto no es un cambio de gobierno... ¡Es la muerte del Centro Democrático! ¡Dios, perdóname por eso! Si por esta alfombra daré mis últimos pasos políticos quiero que sepas una cosa: ¡nunca hablé borracho ni juré en vano! ¡Me voy como llegué! ¡Con mentiras! Y si, ya me voy… por acá no me volverán a ver. Esta no es mi despedida, es la marcha fúnebre de la derecha más naranja de la historia. Good bye cruel world

Mientras Iván contemplaba la entrada de la Casa de Nariño con su pantomima, Petro ya saludaba a Boric, a López Obrador y a Lula. Era el final, sí: el final de la horrible noche. El final del uribismo y de la economía naranja. Así se anunciaba la llegada de otro soñador, otro pensador utópico.

“Que en paz descanse la Caza de Nariño”, mencionó Duque al dar su paso final.





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