Marcha funebre
Los últimos días de mi gobierno supe que algo no
andaba bien. Algo se retorcía entre mi chaqueta y mi cuerpo, una sensación de
fracaso, vacío de poder y falta de esperanza. Me vacié. Extraño los días cuando
María Juliana y yo soñábamos con la presidencia. Ella siempre tan cautelosa y
analítica, permanece ahora en silencio. Un silencio de desconsuelo, o quizás de
alivio. Los niños, la universidad y las lecturas. Todo lo extraño.
Cuando miré a mi alrededor lo comprendí: ni una cara
conocida, ni un solo aliado. El sol de la tarde azotaba impiadosamente mi
frente. Sudorosa; como solía estarlo en los momentos cumbres. Siento el temor al
cambio de gobierno. Esa sensación de pesadez en la ropa, de pérdida del
apetito. Me lo dijeron y no supe oír. No fui el defensor de esta patria mía. “Pasaras
a la historia como un presidente fracasado sino escuchas, Iván”, me dijo un día
María Juliana. Useless, como siempre me lo he repetido en la cabeza.
“Presidente es hora de salir” - Exclamo la jefe de
gabinete.
Llamé a mi mamá esta mañana. Recibí algunas cartas de
colegas y uno que otro mensaje de mis compañeros de partido. “¡Dejaste el país
mejor que nunca, Iván!” “¡La economía naranja triunfó, presidente!”, me decían los
más aduladores. Me desalenté. Me desconsoló el hecho de que quién me abrazó
hace cuatro años hoy me repudia. “Perder es ganar un poco”, diría mi
maestro, ‘Pacho’ Maturana.
“¡MENTIROSO! ¡MENTIROSO!” – Se
escuchaba en las intermediaciones de la plaza.
¿Cómo le digo al presidente Uribe que
le hice el camino a un guerrillero? ¿Qué pensarán los niños de mí? ¡Debo ser la
burla de mi universidad entera! Ah, que buenos recuerdos de esos días... Cuando
conocí a María Juliana, cuando empecé a imaginarme un futuro naranja. ¿Qué pensaran
de mi en unos años? ¿Qué será de mis hijos?
“Ya voy Jimena, ya voy saliendo de la
Casa”- dijo en voz baja Duque.
Miro de nuevos los rostros de los ex
presidentes en la pared y no deja de inquietarme mi salida. Me voy sin apenas
llegar. Recuerdo mis primeros meses en esta casa. Los días sin dormir por los
paros. Dios mío, ¡¿por qué Petro?! Ahora estaré condenado a ser el que dejo
subir a ese indio. ¡¿Por qué a mí, virgencita de Chiquinquirá?!
“Presidente, de verdad. Es hora de
salir de la Casa de Nariño”. -Comento Jimena con desasosiego.
“Vamos Iván, admitámoslo... es hora de
irse”, murmuró con tristeza. Conforme fui bajando las escaleras, recordé
todos mis errores. Cada uno de ellos. Cada uno de los muertos, de los
comentarios que no debí decir... ¡Ah, cómo me regañó María Juliana cuando dije
“¿De qué me hablas viejo?”, o cuando me equivoqué en las entrevistas... Why
always me God? Why? Quizás no debí aceptar esa entrevista en inglés,
¡Así no la querí! ¡¿Por qué no fui al eventucho ese de la Comisión de la
Verdad?! ¡Bah! ¡Malditos mamertos! Ojalá el fracaso fuera solamente mío… Menos
mal voy a dejar a Petro sin un solo peso. Y luego sale el otro troglodita y me
dice dizque: “¡Presidente, ¿usted raspó la olla?!” !Por Dios hermano, no hagan
preguntas tan estúpidas! ¿Cuál olla? Esto lo que parece es un colador… y se
atreven a decir que yo fui el culpable de este fracaso.
“¡Váyase rápido! ¡Asesino! ¡Inepto!” – Gritaba
la multitud atrincherada.
Cada paso más difícil que el anterior.
¡¿Por qué tenían que poner esta alfombra tan larga y tan roja?! No, no, no.
Esto no parece mi despedida, así no me la imaginé. ¡Así no la querí!
“María Juliana, apúrate. Esta casa ya
empezó a oler a muerto”, gritó Duque.
Paso a paso, difícil como mi gobierno.
¡¿Pero no recuerdan acaso que tuve que sobrellevar la pandemia?! ¡Ah no, eso si
no! Pero el otro sale a prometer cosas que no puede cumplir y le celebran todo.
¡Indios es lo que son! Mejor me voy, no sea que me achaquen algún error de
Pastrana o de Uribe.
El tiempo fue pasando y la alfombra se
hacía más corta. Con toda la gente alrededor y con los ojos de medio mundo
encima, el gobierno de Duque terminaba. Santos desde la multitud, y con una
cerveza artesanal de las extintas FARC en la mano, celebraba el momento. Gustavo Petro no
ocultaba su felicidad. Él si estaba rodeado de mucha gente, tecnócratas en su círculo
más cercano y nadies en los alrededores.
¡Ojalá nadie recuerde que mandamos esa
tributaria en medio de la pandemia! ¡No! ¡Es que ese Carrasquilla manda huevo! ¡¿Por
qué no hice nada para invertir en la paz?! ¡¿Por qué le di la espalda a lo más
básico de mi libro?! La decencia, sí. Eso me faltó. O bueno, no decencia.
Quizás coraje y no dejarme manipular tanto de Álvaro, Paloma y Lafaurie.
Iván seguía caminando bajo la lluvia
entre los miles de asistentes.
“Mmm, que melancolía, viejo”, sollozó
Duque en voz baja.
Todo esto es mi culpa… O mejor, culpa
de esos lideres que no se supieron defender. Culpa de esos pelaos que salían a
la calle a marchar... ¡¿Para qué salían hermano?! No, no es mi culpa. Ese
incendiario de Petro es el de la culpa. Ese man desde el primer día, dizque
“Vamos a hacerle oposición” ¡Mentira! Ese man no me dejo fue gobernar. Mírenme
ahora, más canoso, con baja autoestima… ¡Hasta se me está olvidando el inglés!
¡My God, ¿por qué le pones a tus mejores guerreros las pruebas más
difíciles?!
La alfombra se terminaba y por la
cabeza de Duque solo pasó algo:
“Ni pensionarme pude”, maldita sea,
esto no es un cambio de gobierno... ¡Es la muerte del Centro Democrático! ¡Dios,
perdóname por eso! Si por esta alfombra daré mis últimos pasos políticos quiero
que sepas una cosa: ¡nunca hablé borracho ni juré en vano! ¡Me voy como llegué!
¡Con mentiras! Y si, ya me voy… por acá no me volverán a ver. Esta no es mi
despedida, es la marcha fúnebre de la derecha más naranja de la historia. Good
bye cruel world…
Mientras Iván contemplaba la entrada de
la Casa de Nariño con su pantomima, Petro ya saludaba a Boric, a López Obrador
y a Lula. Era el final, sí: el final de la horrible noche. El final del
uribismo y de la economía naranja. Así se anunciaba la llegada de otro soñador, otro
pensador utópico.
“Que en paz descanse la Caza de
Nariño”, mencionó Duque al dar su paso final.
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