Retornar.. ¿A dónde?

 Retornar.. ¿A dónde?

La vida, a toda cuenta, es un juego perdido. Luego, la forma como tratamos a nuestros muertos dice mucho de lo que pensamos de los vivos. Así que, en todo caso, cómo afrontamos una pandemia dice mucho de nuestra cultura política, siendo, además, un espejo de lo que puede venir en nuestra sociedad en un futuro cercano. ¿Estamos preparados para volver? Pero, ¿Volver a dónde? ¿Aspirando a qué? ¿Aspiramos retornar a aquella vorágine de errores que nos instaló en esta profunda caverna de desesperanza y muerte? ¿Sobreviviremos a lo que el COVID 19 dejó de nosotros?


Ouróboros (Uróboros) 
Elaboración propia.

Luego de tempestuosos meses de muerte y enfermedad podemos ver con mediana esperanza el regreso a lo que llamábamos cotidianidad, en parte, por el arduo trabajo del personal médico que salvó -y salva- millones de vidas a diario, y al cual no damos suficiente importancia ni mérito. Camus ya nos lo había advertido: las pestes no destapan lo mejor ni lo peor de las urbes, sólo las desnuda. Nos demuestran la mundanidad de nuestra vida y nuestra muerte. El nobel de 1957 decía(*)


Nuestros conciudadanos, a este respecto, eran como todo el mundo; pensaban en ellos mismos; dicho de otro modo, eran humanidad: no creían en las plagas. La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto, el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar. Pero no siempre pasa, y de mal sueño en mal sueño son los hombres los que pasan […] ¿Cómo hubieran podido pensar en la peste, que suprime el porvenir, los desplazamientos y las discusiones? Se creían libres y nadie será libre mientras haya plagas.


Nada más cercano a nuestra realidad contemporánea. Somos ahora un producto de estos meses de insolación y aislamiento. Se nos acabó la comunidad. Por eso, ¿Qué tan esperanzador puede ser un regreso?, o bueno ¿Creemos que el estar vacunados nos hará mejores, ó que podremos salir libremente a pasear bajo el ocaso? En Colombia no parece probable, y aún cuando nuestros mandatarios intenten hacer propaganda y ufanarse por sus modestos intentos de inmunización colectiva, los números siguen siendo alarmantes y la muerte de aproximadamente 300 compatriotas diariamente debería tenernos mucho más preocupados que nada. 

En tiempos de realidad virtual podríamos aseverar que la vida ya no es lo mismo, ya no somos un Us sólo un Them.  Nos convertimos en seres individualistas -más que antes-, egoístas y neuróticos; ya no celebramos la vida sino ignoramos fatídicamente la muerte. No somos más lo que éramos ni lo volveremos a ser, de ahí que ¿Cómo podríamos retornar? ¿Retornar a aquellos diarios de violencia, desigualdad y apatía? No, no podemos ser el Ouróboros. Deberíamos empezar por erradicar aquello que nos hacía lejanos, eso que nos distinguía en clases y modos. Y no para ser hermanos, aspiro, quizás, a que podamos ser sólo un poco más humanos. 

Sin embargo, todo lo que se lleva el mar lo devuelve. Nuestra vida no fue arrebatada sino abatida. Vimos como nuestros cercanos se iban enfermos y jamás volvían. ¿Queremos volver? ¡Vaya ironía! Volver a aquello que nos hizo mal, que nos hizo lo que fuimos y que puso a este mundo ad-portas de un desastre demográfico. Para no divagar más, volvamos a Camus, que en su misma obra decía: 


Todo aquel tiempo fue como un largo sueño. La ciudad estaba llena de dormidos despiertos que no se escapaban realmente a su suerte sino a esas pocas veces en que, por la noche, su herida, en apariencia cerrada, se abría bruscamente. Y despertados por ella con un sobresalto, tanteaban con una especie de distracción sus labios irritados, volviendo a encontrar en un relámpago su sufrimiento, súbitamente rejuvenecido y, con él, el rostro acongojado de su amor.


Tanteando mis palabras, sin caer en alegorías, considero que la premonición de Zizek es simplemente una utopía. No engendraremos una “nueva cepa” de comunitarismo que reduzca los modelos extractivos de nuestra sociedad. Para nuestra pena, nuestra dinámica de la compra rápida, de lo efímero y de la liquidez sólo reforzó -y reforzará- el modelo imperante. No estamos ante el ocaso del capitalismo... sino ante su fortalecimiento para el siglo XXI. Y si, Colombia está teniendo un cambio generacional importante que ya ha puesto a temblar al status quo en las calles, pero ¿Será suficiente para las urnas en el 2022? Este virus, como dijo Ximena Poo(*), este COVID 19, invisible a los ojos, es realidad y metáfora a la vez. No sólo nos mostró la ineptitud del gobierno Duque, su cinismo y su falta de elocuencia. Además, puso en evidencia el oportunismo de algunos candidatos que creíamos cercanos al progresismo y la tiranía de otros quienes se pintaban de verde. Nos mostró una vida más allá del temor de la muerte en las calles; en donde la olla fue comunitaria, compartimos pesares y entonamos cánticos colectivos.

Debido a lo anterior, no veo factible el retorno a la normalidad. O bueno, ¿No es mejor el cambio esperanzador? ¿La ruptura del círculo vicioso que nos ahorcaba con frenesí no es nuestro fin último? ¿Acaso no queremos vivir en un mundo distinto al de antes? Hago estas preguntas retóricas esperando respuestas pragmáticas, pues ¿Quién quisiera volver a ese mundo y a esa Colombia donde la infancia muere por desnutrición mientras multimillonarios se pasean por la vía láctea? ¿Quién añora elegir un nuevo títere en el poder de nuestro país? ¿Quién no quisiera ser un poco más humano?

Por ahora, y desde lo más recóndito de la selva que es mi mente, me mantengo pesimista, creeré en la vida cuando mis compatriotas cuiden más su salud y la de los demás. Donde la vida e integridad de todos importe y nos afecte; un mundo donde no deseemos torturar a la naturaleza ni a los animales. Un mundo donde entendamos nuestro momento histórico y la responsabilidad que tenemos con el mañana. Pues, ¿Se nos olvida que ya no somos nosotros sino una parte de la Historia? Si, ya somos el olvido que seremos, y en algún momento seremos no más que datos y cifras que algún joven aprendiz de historiador ordenara en un archivo. Por eso, deberíamos hacer-nos- un compromiso con el ahora, con la insufrible pandemia que ya tiene millones de afectados y empezar a tomar las riendas de nuestro carro alado. Pues, si no es así, podríamos repetida e insolentemente preguntarnos: Retornar… ¿A dónde?

Eduar Vargas González


Listado de referencias

1. CAMUS, Albert. PESTE, Ediciones Seix Barral. 1990. Pag 35.

2. Instituto de Comunicación e Imagen, Universidad de Chile [En linea] Chile, 20 de marzo del 2020. [Consultado el 30 de julio del 2021] Disponible en: La peste: realidad y metáfora al final del exceso - Instituto de la Comunicación e Imagen - Universidad de Chile (uchile.cl)


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