Las revisiones no son suficientes
Las revisiones no son suficientes
Ave Caesar: cerdo emperador.
Por Ángel
Aquel 15 de marzo del año 44 A.C será recordado por uno de los hechos que configuró al sucedente Imperio Romano: Julio Cesar, quien había retornado a Roma de sus periplos en las Galias, Egipto y el Norte de África dos años antes, era asesinado en la Curia de Pompeyo mientras presidía la reunión del Senado Romano. Aparentemente, sus intentos por conseguir la consolidación y expansión de la República no cayeron bien ante un Senado que aborrecía las dictaduras, y que vio en Julio Cesar -y sus logros- la máxima expresión del intervencionismo del ejército. Es irónico, pues, luego del asesinato de Cesar (1) en los “Idus de Marzo”, Roma cayó en un periodo de conflicto generalizado -producto de las facultades de los generales y sus jurisdicciones- que desembocaría en una Guerra Civil -aunque el culmen fuese la Batalla de Accio en el año 31 A.C- y que heredaría un poder cuasi monárquico al hijo adoptivo de Julio Cesar: Octavio, conocido como Augusto por sus predecesores.
Podríamos decir que el cambio era inevitable en aquella República Romana y que, aún cuando el Senado intentó contrarrestar los logros de su magnífico general, el poder unitario era casi una advertencia de lo que sería el Imperio Romano por al menos tres siglos más.
No obstante, no traigo a debate la muerte de Julio Cesar per se, sino por la vigencia del hecho conspirativo en el mundo contemporáneo. Quizás no tenemos a un caudillo que se vista de púrpura y que pasee por la capital de nuestro país; pero seguramente esta conspiración del Senado se ve aún en las “jugaditas” que algunos congresistas desarrollan y que, indirectamente, contribuyen al fortalecimiento de un poder cada vez más autoritario, desconectado y egoísta. En su época Roma tuvo a un Octavio Augusto que asumió los poderes del principado bajo el título de “Padre de la patria”, mientras nosotros tenemos a un infante en el poder -y no, no porque tenga alguna distinción por su combate a pie, sino por su ingenuidad-, el cual ha derrochado muestras de su desconexión al denominar a dos meses de paro nacional cívico como un “Estallido de emprendimiento” y que, a duras penas, puede distinguirse por “echar culpas” a la oposición y por la originalidad de su autógrafo en una de las dos casas construidas en Providencia.
A la hora de la verdad, la gobernanza de Iván Duque quedará en la historia como una de las más impopulares, pues luego de hacer trizas la paz, alcahuetear corrupción y clientelismo dentro de su partido y criminalizar la protesta, su gobierno quedará en deuda con aquello que prometió en campaña, y parece que su economía naranja no era más que una metáfora para “sacarnos el jugo”.
Luego de recordar los Idus de Marzo y el último mes de nuestro país, me llega a la mente: ¿Qué pasó con la CIDH? Aquella que recibimos como a Julio Cesar entrando a Roma y que, desgraciadamente, no ha emitido un informe que provoque un cambio -aunque sea mínimo- sobre la realidad social de nuestro país. Acaso, ¿Nos ilusionamos con una comisión que responde a la misma línea ideológica de nuestros verdugos?¿Ó, acaso estamos ante otra omisión histórica ante la injusticia?
La CIDH y sus metas reales
Introduciendo a los dummies, la CIDH (2) es un órgano de la Organización de los Estados Americanos (OEA) que fue creado para la protección y preservación de los Derechos Humanos, poniendo principal atención a la protección de aquellas poblaciones que han sido marginadas y/o vulneradas históricamente. O sea, esta comisión debería velar por el respeto y reivindicación de aquellas comunidades o grupos que son damnificados por la acción u omisión del Estado. Luego, ¿Significa que sus recomendaciones tienen un carácter vinculante? ¿Acaso Colombia pierde su soberanía frente a la revisión de la Comisión? Para nada. Los pronunciamientos de este órgano son meras recomendaciones que deberían ser cumplidas -sino tuviéramos un gobierno que estigmatiza la protesta y permite el paramilitarismo urbano- y que no conllevan su cumplimiento total (3). Sin embargo, la adscripción de Colombia a la OEA y a la Convención Americana hacen casi un deber su cumplimiento parcial, pues nuestro país ha ratificado ambos tratados.
No obstante, dejémonos de vainas, estos informes que aparentan ser la salvación de un paro que lleva más de dos meses y que, a día de hoy, se encuentra entre la espada y la pared, no son más que formalidades, pues luego de la visita de la CIDH a principios de junio, se siguieron presentando actos de estigmatización a los manifestantes, detenciones arbitrarias y algunos de los hechos más horrorosos del que una sociedad puede ser testigo: la vuelta de cadáveres desmembrados puestos en bolsas en sitios públicos y, en muchos casos, cuerpos flotando en los ríos. Ni los idus ni las aguas de março podrán borrar de nuestras mentes como la juventud que hace semanas salía a las calles manifestando su deseo de una vida digna, hoy es encontrada asesinada por un gobierno corrupto e insensible que sigue fardando de su ineptitud con la bochornosa impunidad que permea los crímenes de los policías y miembros de fuerzas militares implicados en la violencia de los últimos dos meses.
¿Podemos ser optimistas con el informe de la CIDH?
Sin ser un especialista en el tema (*), me arriesgo a pensar que deberíamos ser optimistas con la visita de la CIDH y su precedente informe, no en cuanto resuelva todos nuestros problemas, pero podríamos, al menos, concretar algunas peticiones que limitarían la impunidad frente a los abusos policiales y, soñando en voz alta, restringiría la gobernanza desvergonzada en los últimos doce meses de Iván Duque como presidente; pues, ¿Acaso no somos nosotros quienes ejerciendo nuestro rol democrático hacemos parar el país? ¿No nos ha quedado claro que nuestra participación debe ir más allá de las votaciones? Veo la democracia como algo dinámico y en constante construcción, por ello, creo que como en el Chile del 2020, la vista de la CIDH marcará una victoria importante para nuestro camino de reivindicación del Contrato Social que puede tener su culmen en 2022.
Luego, volvemos al mismo punto: ¿Solucionará todos nuestros problemas? Seguramente no. No obstante, deberíamos empezar a humanizarnos políticamente para pensar que cada una de nuestras peticiones no debería satisfacer intereses coyunturales, sino que debería ser una postura constante frente a gobiernos como el actual -quienes planean cooptar los poderes-. El conquistar los espacios populares y a la población en general no lo harán 120 folios de informe de la CIDH, es importante entender nuestra responsabilidad en la construcción de un país diferente, donde aunque no seamos iguales, al menos, todos podamos ser escuchados y respetados.
Para ir cerrando..
Somos conscientes de la injusticia que vive nuestro país y es un deber tomar las riendas del Estado. Hoy por hoy, vemos como la muerte nos espera en cada esquina, sea por el contagio de una pandemia o, sea por la brutalidad con la que un policía puede atentar contra nuestra integridad. No es necesario ningún informe de la CIDH para saber que hoy es peligroso ser niño, niña, joven, mujer, indígena, afro, gitano o simplemente pensar distinto; hoy más que nunca sabemos que nuestro sitio es en la calle, junto a los nuestros en la primera línea, sin esperar que venga la justicia divina a ayudarnos ni que la CIDH actúe. Pues aunque Julio Cesar haya sido asesinado vilmente por la espalda, hoy sabemos que en julio siguen las muertes y que no podemos dejar empoderar a este infante emperador que quiere ponerse la vestimenta púrpura sin limpiarse la sangre de las manos.
Hoy somos más y sabemos que la lucha es para toda la vida, y, aunque nos digan lo contrario, sabemos que las revisiones a veces no son suficientes.
Eduar Alberto Vargas González
Listado de referencias
1) Invito a leer más sobre la muerte de Julio Cesar. Véase: El asesinato de César en los idus de marzo (nationalgeographic.com.es)
2) Además de la idea breve que planteo anteriormente, véase ¿QUÉ ES LA CIDH (buenosaires.gob.ar)
3) Sin embargo, cuando los organismos judiciales del país investigado no dan soluciones a las peticiones de los directamente damnificados, el caso puede ser denunciado ante la Corte IDH. Invito a una investigación a profundidad sobre estas situaciones. Véase: OSORIO SÁNCHEZ, Eduardo Gabriel; HERNÁNDEZ GRANADOS, Liany Yetzira. Comisión interamericana y los estados que denuncian la convención americana y la carta de la OEA. Justicia, 2020, vol. 25, no 37, p. 185-200.
(*) No pretendo sustituir la voz de ningún especialista sobre el tema, por ello, reitero la posición de mi escrito como artículo de opinión.
que orgullo 💓
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