Entre vándalos y gente de bien: ¿Ahora quién podrá informarnos?
Entre vándalos y gente de bien
¿Ahora quién podrá informarnos?
¡Extra: vándalos y bárbaros!: los titulares más vendidos
Quizás en el año 455 D.C ningún habitante de la Galia ni de Hispania -que habían sido saqueadas unos lustros antes- se imaginaría que aquellos bárbaros que mancillaron su honor reencarnarían casi XV siglos después y aterrorizarían a una “desprotegida” y “trabajadora” sociedad colombiana. Seguramente, Genserico no calculaba el alcance que tendría su grupo de hombres -siendo protagonistas del establecimiento de Túnez como centro imprescindible en el Mediterráneo y de la inevitable caída del gran Imperio Romano-. Ni se llegó a imaginar que sus proezas serían retomadas por unos jóvenes hambrientos y sin oportunidades de la Colombia del siglo XXI, a quienes el cuarto poder comenzaría a llamar: vándalos.
A pesar de estas denominaciones ignominiosas y peyorativas, ¿Son realmente vándalos los jóvenes manifestantes que salen valientemente a las calles reclamando un mejor futuro? ¿Ó, están siendo víctimas de medios de comunicación hegemónicos que buscan criminalizarlos?
No, no pueden ser vándalos. En parte, porque los grandiosos tomos de Historia Universal -que de a poco nos siembran más dudas que respuestas de lo acontecido- nos indican que en el año 533 D.C los vándalos fueron vencidos en la Batalla de Tricamerón; parece que estos grupos fueron desintegrados y, en el peor de los casos, eliminados. Dado lo anterior, sería interesante preguntarnos por el quehacer de la Revista Semana, quien en su “ardua labor periodística” nos ha dejado espasmosos titulares del tipo: “Paro: ¿Los vándalos están ganando la partida?”, y otros, quizás menos mediocres, del tipo: “Víctimas de vándalos piden ser escuchados por la CIDH”. A pesar de lo anterior, sería una falacia apelar a la culpabilidad unitaria de Semana, cuando nuestro periodismo está enfrentado en su interior y parece cada vez más amplia la brecha entre los medios que intentan informar -como acción prioritaria del investigador periodístico- y los que se han limitado a la propaganda pro-establecimiento.
Para ningún seguidor semiactivo del periodismo nacional es un secreto que hay medios “medio” periodísticos, y otros que son “decentes” - eso sí, porque nos conformamos con muy poco”, pues, tras hacer un breve chequeo sobre los titulares de otros medios colombianos es fácil encontrarse con menciones como: “Gobierno ofrece recompensa por información que permita capturar vándalos en protestas” de la cadena radial La FM, y así podríamos reunir decenas de titulares limitados a señalar al manifestante como un actor delictivo y, peor aún, titulares que condenan a la manifestación a ser criminalizada y abatida por las fuerzas represivas del ESMAD. Desde luego, de todo este pantanoso escenario desinformativo se rescata el trabajo del periodismo independiente (*), quienes han protagonizado una “Revolución Periodística Digital” en medio de esta crisis, y se postulan como megáfonos digitales de aquellos quienes no son escuchados.
Parece innecesario, pero lo repito enfáticamente: los medios tradicionales están criminalizando la protesta -independientemente si es pacífica o no- y parece que estamos llegando a un escenario donde los medios hegemónicos se nos ponen -como ha sido históricamente- en contra. Asimismo, es evidente la necesidad de hacer reflexiones críticas sobre el contenido informativo que consumimos, pues de tanto oír mentiras, en ocasiones, algunas pueden parecer verdades.
Es momento de que los medios -y su línea editorial en general- se quiten esa venda conservadora que les impide divisar la realidad de nuestro país, pues si no fuera por France 24, CNN y otros medios internacionales, seguramente nuestros pesares no tendrían relevancia en el exterior. Exijamos un periodismo más humano, uno que no apele al morbo y al sensacionalismo sino que fomente la apertura de sus micrófonos a los vulnerados, a los violentados, y a aquellos que históricamente han sido ignorados.
¿La gente de bien? ¿O, el paramilitarismo urbano?
!“Mamáááá, los vándalos se están metiendo al conjunto del lado. Traéte la escopeta y el rosario que esos hijueputas no se salen con las suyas..”!
Si ya nos parecía bastante reprochable llamar vándalos a los jóvenes que han protagonizado las manifestaciones de las últimas 6 semanas, no debería sorprendernos el tratamiento que algunos medios le han dado a la problemática del paramilitarismo urbano: “Gente de bien” “Somos empresarios”, reclaman los paramilitares que desenfundan -al mejor estilo del Spaghetti Western gringo- sus armas mal llamadas traumáticas, y que son luego entrevistados por medios “medio” periodísticos. Es momento de plantearnos seriamente una problemática que hemos estado evitando debatir: el periodismo en Colombia ha encubierto las grandes injusticias de por lo menos los últimos 70 años -haciendo un conteo mal hecho- y siguen ofreciendo discursos sesgados de nuestra realidad socio económica y política.
Y aunque algunos pretendan apologizar el sesgo con el argumento de la Libertad de expresión, parece increíble que tras los incidentes de Ciudad Jardín (Cali) el 13 de mayo del 2021 no se hayan emprendido acciones legales sobre estos “civiles armados”, defensores del Status quo y sus alrededores. Y que después de toda la ola de violencia que sufre el país producto de este gobierno infantil y corrupto, los micrófonos de Blu Radio se abran a Andrés Escobar -un paramilitar- que no tuvo vergüenza al declarar: “He sido objeto de injurias, de calumnias, de amenazas, todo esto por las fotos que circulan por redes sociales. Me tildan de paramilitar, asesino, genocida y una cantidad de barbaridades que no soy”. No debería sorprendernos que los medios de comunicación de un país desangrado por un conflicto interno de casi medio siglo sigan reproduciendo y perpetuando las lógicas y discursos paramilitares; sin embargo, nos cuesta - a algunos - creer que eso pueda llamarse periodismo y que esas sean las formas de tratar un tópico de tal complejidad.
Pues, ¿Por qué les -y nos- cuesta tanto llamar a las cosas por su nombre? ¿Por qué no les decimos ‘paramilitares’ a los civiles que atentaron contra la minga indígena? ¿Acaso nuestro periodismo se quedó en el ayer, cuando se vinculaba lo extraño y/o diferente al terrorismo guerrillero? ¿O, acaso es otro síntoma de que estamos viviendo la época de la posverdad?
Me encantaría conocer tu opinión, querido lector. Por eso te invito a que comentes qué opinas del tema. Sin olvidar, claramente, que el ejercicio del periodismo siempre será vinculado a lo imparcial y a lo objetivo -como dicen los profesores de los claustros universitarios más reconocidos del país-, pero ¿no nos hace falta una propuesta periodística rigurosa con la crisis social que vivimos actualmente? ¿No harán falta periodistas que cuestionen al presidente y no que lo inviten a “retos rockeros”? Y con esto espero cerrar esta corta intervención: ¿No hace falta un periodismo que esté del lado de la gente y que no sea censurado y/o vulnerado por su parcialidad?
Seguramente al encender la radio mañana o al leer la prensa ninguna de las respuestas a estos vanos cuestionamientos sean enunciadas; sin embargo, y para que quede claro, algunos no queremos seguir “comiendo cuento” de lo que la tele y la radio nos venden, pues este país está en crisis y no estamos caminando entre “vándalos” y “gente de bien”.
Eduar Alberto Vargas González
Nota aclaratoria
(*) Al hacer referencia al periodismo independiente debo mencionar a un número importante de periodistas, activistas y páginas que han contribuido mostrándonos vídeos en vivo de los hechos, noticias de último minuto y diferentes posturas dentro de la protesta de los últimos 45 días. Véanse por ejemplo: Revista Hekatombe, Patata Caricaturas, Temblores ONG, Cuestión Pública, La Oreja Roja, La Nueva Prensa, Poslaverdá, Pacifista, Mutante ORG, Rutas del conflicto, Sapienscol, Presunto Podcast, 070 y decenas de plataformas e influencers que han puesto sus redes a disposición de una información inmediata y sin censura.
Excelente información.
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