Entradas

Tres cuentos de terror

 Tres cuentos de terror... LA CRIATURA Éramos tres en la casa… al final solo quedamos Leonor y yo. Me desperté ahogado. La típica parálisis nocturna me había pegado los huesos a las sábanas, y mis cobijas verde oliva estaban untadas del sudor de mi cuerpo. Había sido otra noche larga. Primero soñé con la abuela Helena, la vi sentada en su silla mirándome a lo lejos. Vi su mirada cansada y triste, mientras yo me acercaba a ella… Mi cuerpo, que avanzaba con una lentitud inimaginada, se iba alejando. Mientras yo me acercaba, ella se alejaba de mí. Me sofoqué mientras mis piernas de a poco se fueron moviendo. Mis dedos, por mucho tiempo entumecidos, fueron cediendo. Soñé también con las escalas de mi pueblo, las que dirigían a la plaza. Recordé los pasadizos, los callejones, a los desahuciados, los borrachos y los desinhibidos. Recordé la primera vez que vi la criatura. Cuando desperté vi de nuevo su rostro, creí que estaba soñando, pero la vi por la ventana. Otra vez, como cuando era niño

El canto de amor al mañana

  EL CANTO DE AMOR AL MAÑANA “Mañana es mejor”, repite el Flaco Spinetta en una de sus canciones más conocidas. Y sí, ¿qué podría ser mejor que el ahora o el antes? ¿Qué otra excusa tendríamos para enfrentarnos al presente, para desafiar la realidad o para seguir lanzando piedras a los mismos lugares de siempre? ¿Qué opción nos queda ante la fragilidad de nuestra existencia? ¿El aburrimiento? Demasiado trivial. ¿El suicidio? Demasiado extremo. ¿Las ideologías? Demasiado rígidas. ¿Los vicios? Demasiado laxos. ¿Qué otra razón podemos encontrar para seguir siendo, para continuar donde estamos, si no es el mañana? ¿Para qué volver a ver al pájaro morir en su jaula, nena? Todo eso es inútil, como no dormir. Y así, como el estribillo de la Cantata de amarillos dice: “Aunque me fuercen, yo nunca voy a decir que todo tiempo pasado fue mejor. Mañana es mejor.” EV

El amor de las montañas

  EL AMOR DE LAS MONTAÑAS Qué ventaja tienen los amantes valientes, aquellos que aman sin temor, sin peligro y sin un boleto de regreso. Vuelan con el amor de los pájaros que retornan a su nido, o sienten como las hojas que caen de los árboles y acarician suavemente el pavimento. Qué ventaja tienen los amantes que aman como las nubes al firmamento, y que son sensibles como las piedras moldeadas por el agua de los ríos. Qué valientes son los amantes que practican el amor de las montañas, un amor que se mantiene firme, invaluable e inamovible. El sol, la lluvia y la brisa pasan por ellos, pero nada los perturba. Es el amor de las montañas reverdecidas, tan antiguas como el universo, como el amor que practican los amantes valerosos. EV